La Catedral de Sevilla es uno de los monumentos más singulares del mundo y un símbolo absoluto de la identidad sevillana. Este templo, considerado la catedral gótica más grande del planeta, deslumbra con su presencia en el centro histórico. Su imponente estructura, sus portadas repletas de detalles y la silueta inconfundible de la Giralda hacen que cualquier paseo por Sevilla esté acompañado por su majestuosidad. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO junto al Real Alcázar y el Archivo de Indias, la catedral de Sevilla no solo es un referente religioso, sino también artístico, histórico y cultural.
Construida sobre la antigua mezquita mayor almohade, la catedral refleja la transición entre el pasado islámico y el esplendor cristiano de la ciudad. Su proyecto comenzó en el siglo XV con una ambición clara; levantar un templo tan grandioso “que quienes lo vieran nos tengan por locos”, según relatan los documentos históricos. El resultado fue un edificio monumental que ha resistido siglos de transformaciones, desastres naturales y reformas, manteniendo siempre su esencia gótica. Sus dimensiones, la riqueza de sus capillas y la luminosidad de su interior la convierten en una obra monumental sin comparación. Aquellos que optan por alojarse en el centro de la ciudad, en un lugar como el hotel Gravina 51, hotel boutique de lujo en Sevilla, pueden contemplar este templo nada más salir por la puerta.

La visita a la catedral de Sevilla no es solo contemplar un espacio religioso; es sumergirse en un viaje por la historia de Andalucía, desde la época medieval hasta la Sevilla comercial y marítima del siglo XVI. Además, a pocos metros de la misma esperan calles llenas de monumentos históricos, plazas, restaurantes tradicionales y lugares que no perderse. Sevilla es una ciudad perfecta para disfrutar sin prisa, con la catedral como punto de inicio de un itinerario lleno de belleza.
La historia y arquitectura de la catedral
La catedral de Sevilla comenzó a construirse en 1401 sobre los restos de la mezquita mayor de la ciudad, cuya torre, el antiguo alminar, se transformaría en la actual Giralda. La intención de los arquitectos era crear un templo que demostrara la grandeza de la Sevilla cristiana tras la Reconquista, un proyecto que superara a cualquier construcción europea de la época. Durante sus más de cien años de levantamiento se utilizaron estilos principalmente góticos, pero también se incorporaron elementos renacentistas y barrocos en posteriores ampliaciones, dando como resultado un conjunto monumental que refleja siglos de evolución artística.
Su interior es tan impresionante como su exterior, con una nave central que alcanza 36 metros de altura, lo que genera una sensación de amplitud que sorprende incluso a quienes ya han visitado otras grandes catedrales europeas. El retablo mayor, uno de los más grandes del mundo cristiano, destaca por su elaborado trabajo en madera dorada, narrando escenas de la vida de Cristo a través de cientos de figuras detalladas. Las vidrieras góticas, los altares laterales y la riqueza escultórica de cada capilla hacen que recorrer la catedral sea como caminar por un museo de arte sacro.
Uno de los elementos que más llaman la atención es la influencia islámica visible en ciertas zonas, herencia de la antigua mezquita. El patio de los Naranjos, por ejemplo, conserva la estructura original del sahn musulmán, con sus filas de árboles perfectamente alineados y la fuente central. Este espacio aporta un contraste de serenidad, recordando el origen multicultural de Sevilla.
La Giralda, un símbolo eterno de Sevilla

La Giralda es, sin duda, uno de los emblemas más reconocidos de Sevilla y una de las torres más admiradas del mundo. Su estructura es un testimonio excepcional de la fusión cultural entre Al-Ándalus y la Sevilla cristiana. El cuerpo inferior corresponde al antiguo alminar de la mezquita almohade del siglo XII, un ejemplo magistral de arquitectura islámica. Su decoración geométrica, sus arcos entrelazados y la solidez de su diseño la convierten en una obra maestra que aún hoy sorprende por su elegancia y equilibrio.
Con la construcción de la catedral gótica, la Giralda se integró como campanario y recibió un añadido renacentista en el siglo XVI: el campanario superior y el Giraldillo, la famosa escultura que corona la torre. Este remate añadió verticalidad y un simbolismo cristiano explícito, convirtiendo la torre en un hito visual que domina el perfil de la ciudad.
La subida a la Giralda es una experiencia única, pues en lugar de escaleras cuenta con rampas ascensionales que permitían a los muecines subir a caballo en época musulmana. Desde lo alto, la vista panorámica es inolvidable. La ciudad se despliega en 360 grados, con el casco histórico, el río Guadalquivir, el Alcázar y los barrios sevillanos a simple vista. Se trata de un lugar perfecto para tomar fotografías, admirar los tejados de la ciudad y entender la magnitud de la catedral.
¿Qué ver en el interior? Capillas, arte, tesoros y el legado de Cristóbal Colón
El interior de la catedral de Sevilla es un auténtico museo de arte y espiritualidad. La Capilla Mayor, dominada por uno de los retablos más impresionantes del mundo, representa el punto culminante del recorrido. Este retablo, tallado en madera y recubierto de pan de oro, narra escenas bíblicas con un nivel de detalle extraordinario. Cada figura, cada relieve y cada panel demuestran la habilidad de los maestros artesanos que trabajaron en él durante décadas. A su lado, el coro y la sillería forman un conjunto armónico que llena el espacio central de solemnidad.
Otro de los grandes atractivos es la tumba de Cristóbal Colón, ubicada en un monumento funerario sostenido por cuatro heraldos que representan los reinos históricos de España. La tumba es una de las piezas más fotografiadas y comentadas del interior, ya que sigue siendo objeto de debate histórico y científico. Cerca de ella se encuentran varias capillas que albergan tesoros artísticos, relicarios, pinturas renacentistas y esculturas que forman parte del patrimonio más valioso de la ciudad. Entre estas destacan obras de Murillo, Goya o Zurbarán, junto con diversas piezas únicas de orfebrería.
¿Qué hacer después en Sevilla?

La visita a la Catedral de Sevilla no termina cuando se sale por sus puertas. Su ubicación permite continuar el recorrido por algunos de los lugares más bellos del casco histórico. A pocos pasos se encuentra el Real Alcázar, uno de los palacios más espectaculares de España, famoso por su arquitectura mudéjar, sus jardines y su historia asociada a reyes, exploradores y series de televisión. También muy cerca está el Archivo de Indias, donde se conservan documentos esenciales sobre la América colonial. Catedral, Alcázar y Archivo de Indias forman juntos un triángulo monumental único en Europa.
Después de este recorrido cultural, nada mejor que pasear por el Barrio de Santa Cruz o por Triana, dos de los rincones más pintorescos de Sevilla. Sus callejones, sus plazas, sus casas encaladas y su ambiente tradicional crean un escenario perfecto para seguir disfrutando de la ciudad. Se trata de un par de lugares perfectos para comer tapas en alguna taberna, escuchar guitarras flamencas o simplemente caminar sin rumbo. En caso de alojarse en Triana, en un espacio como el Cavalta Boutique Hotel, es posible probar una reinvención de la cocina andaluza en uno de los mejores restaurantes en Triana.
Para quienes tienen más días para seguir explorando, Sevilla ofrece lugares como la Plaza de España y el Parque de María Luisa, el río Guadalquivir con sus paseos junto a la Torre del Oro o el moderno Metropol Parasol, conocido como “Las Setas”, desde donde se obtiene una vista panorámica diferente de la ciudad. Cada rincón de Sevilla tiene su propia magia, y la catedral es el mejor punto de partida para descubrir una ciudad llena de historia, arte y esencia andaluza.